domingo, 14 de julio de 2013

Tu razón para sonreír.

Y es que llega un punto donde no sabes qué ocurrirá. Donde tu película da un giro pero no sabes hacia qué lado, te encuentras desorientado y confundido. 

Llega un punto donde miras a tu alrededor y comienzas a preguntarte si será posible tener lo que pintan las acuarelas en la perfección. Si será posible tener lo que se lee en los guiones de aquellas obras. 

Llega un punto donde la duda se junta con la soledad y te pierdes buscándote. Todo gira tan rápido y solo sientes que quieres despertar, que de alguna forma todo es un sueño del cual puedes salir y todo estará normal. Que todo será como era cuando las sonrisas desbordaban y los besos se escabullían por las terrazas en las noches de balcones. 

Llega un punto donde pensar pesa tanto que no te deja salir de la cama, donde soñar a veces duele tanto que no puedes dormir. Donde el insomnio es una sala de espera hacia el recuerdo, hacia los momentos que buscas revivir. Donde lo que buscas pica y se extiende hasta el horizonte. Donde los sentimientos pierden su sabor y pierden su color.

Llega un punto donde se desprende de ti aquello que considerabas ya una extremidad más. Pero el truco está en pensar que de alguna forma todo se arreglará. Que todo volverá a estar bien. Que todo puede girar a donde sea y no importará porque cualquiera de los lados es un buen camino. Que todo puede seguir, que tú puedes seguir, porque al final de esa vía está el Otoño de tu Invierno. Está eso que siempre quisiste, tu extremidad perdida, quizás no la misma, pero la que necesitas. 

Tu razón para sonreír.